Por Susana Garduño
Como si camináramos entre dos tiempos, el suelo de piedra y ladrillo nos remitía a épocas coloniales, lo mismo que las escaleras y las puertas estrechas, semejantes a las de los claustros conventuales. Pero el postmodernismo de sillas metálicas, mesas de cristal y sillones geométricos nos traía de regreso a la habitación invadida de una luz cálida que es el estudio de Ignacio Solares.
El maestro nos recibió con gran afabilidad y tuvimos el agrado de sostener con él una charla acerca de sus grandes pasiones: la literatura y el tiempo.
La pasión por la historia y el pasado
La historia es nuestra realidad real pero el sueño, es nuestra otra realidad. Ahí es donde entra la literatura. Yo siempre he creído que la ventaja del novelista es que puede llenar con la imaginación los huecos que deja la historia. Cuando la historia ya no puede ir más allá, interviene la imaginación y nos da otra visión de ese hecho histórico, que aunque es imaginado ya forma parte también de la realidad. No sólo eso, hay veces que la literatura escribe la historia.
Por ejemplo, Las memorias de Pancho Villa , de Martín Luis Guzmán, es una novela, pero se estudia en las escuelas, como libro de texto, para conocer a Pancho Villa. ¿Cuál Pancho Villa es más real? ¿El que habló en esa realidad real que está perdida en la noche de los tiempos, o el que escribió Martín Luis Guzmán? Obviamente que es más real el de Martín Luis Guzmán. Para poder conocer a fondo la historia, por ejemplo, para comprender las guerras napoleónicas, tendríamos que conocer, entre otras cosas, los sueños del propio Napoleón. Pero como no podemos conocerlos, tenemos que leer a Stendhal y a todos los que lo recrearon.
Su infancia y la literatura
Mi infancia estuvo marcada por la literatura. Tuve la suerte de que todavía me tocaran Julio Verne, Salgari, Robinson Crusoe. Eso hizo que fuera un niño y un joven aislado, solitario y poco sociable, pero se enriqueció muchísimo mi mundo con ellos.
Siempre he creído que la literatura tiene poco que ver con la felicidad, en realidad, si hubiera una sociedad ideal y feliz, pues ya no se necesitaría la literatura. La literatura, pone el dedo en la llaga. Por decirlo así: nadie sabe mejor que el poeta donde le duele. Es la ventaja del poeta, él puede decirnos donde le duele.
Pensemos en esta imagen: un bebé llora pero no puede decir donde le duele. Ante la desesperación de los padres… Hasta que aprende a hablar puede decir me duele aquí. Pero luego hay dolores que no tienen nombre. Y la ventaja del poeta es que sí conoce los nombres de dolores muy profundos.
La escritura como terapia
Carl Gustav Jung, en 1913 dijo: “no hay mejor terapia que la escritura.” Esa escritura que describe Jung abre zonas insospechadas; si uno se pone a escribir, encuentra sus yo secretos.
Básicamente, escribo para conocerme. Parte de mi inquietud es conocer la historia, por eso también me he acercado a ella.
Nací en Ciudad Juárez, me interesa mucho la relación de México y estados unidos, he tratado ese tema en Columbus y ahora en La invasión .
Estamos marcados y determinados por ese hecho inevitable, nuestra cercanía con los Estados Unidos. Y esa gran frontera es una herida que no ha cerrado.
Lo espiritual
Creo que la literatura nos permite encontrar otras formas de la realidad real, que es a veces insoportable y terriblemente pobre. La literatura enriquece la realidad en todos los sentidos, el espiritual, el político y el sexual. El hombre es el único animal en donde el sexo pasa primero por la cabeza antes de llegar a los genitales. En la cabeza está toda esa maravillosa literatura erótica que nos da otra dimensión de la realidad. Yo sí creo que mientras el ser humano tenga necesidad de ser algo más de lo que es, ocurrirá la literatura.
Su prosa y la poesía
Realmente no las separo. Por ejemplo, Julio Cortázar escribe poesías… Pero es mejor la poesía de su prosa, que su poesía misma. Ya una metáfora es poesía. Creo que por más que conserve su forma pura en el poema, la poesía se cuela por todos lados. Es más, digamos que la poesía es una forma de vida, no sólo de escritura. Por eso puede estar en todas partes. Es una forma de mirar el mundo que sin remedio nos lo va a enriquecer.
El único mundo realmente habitable es el de la poesía. Incluso diríamos que si hay algo más, si hay algo trascendente, si hay algo sagrado, la poesía nos da pista de ello. Por algo decía Freud que los poetas habían descubierto el inconsciente antes que los psicólogos.
El tiempo en La invasión
Tenemos muy poca información de ese período. Ahí, el novelista puede soltar más la imaginación. Está muy oscura y perdida esa época. Es muy atractivo el hecho de imaginar cómo era la calle, cómo era la gente, qué sucedió. Todo lo que implicaba el tener aquí en nuestra ciudad a los yankis apostados en cada esquina, dándole de latigazos a la gente cuando se portaba mal .
Y la reacción del pueblo, su indignación, me parece fundamental. Mi personaje está verdaderamente atrapado por la invasión exterior, pero también por la interior. Por sus dudas religiosas, su conflicto amoroso… Y todo eso implica jugar con el tiempo. A mí me impresiona mucho esa definición que dio una vez Einstein de la teoría de la relatividad: “no es el mismo tiempo el que pasamos en la antesala del dentista, que el que pasamos con la mujer amada”. Son dos tiempos. El tiempo es relativo.
¿Tiene raíces políticas La invasión ?
No totalmente diría yo, sentimentales, personales, de curiosidad. Escribo para conocerme y ver qué hay detrás. Recibí información muy valiosa: las Memorias de Guillermo Prieto; los estudios sobre el tema realizados por José Emilio Pacheco e informes invaluables de Vicente Quirarte. Esta novela es una manera de acercarse a las cosas con una óptica diferente. Si la escritura es tan terapéutica, ponerse a estudiar sobre ese tema y luego escribir y soltarlo, es una manera de salir de la brutal aridez de la vida diaria.
Los jóvenes y la lectura
Los jóvenes encontrarían un gran tesoro en la lectura, pero los atrapan otras distracciones como la televisión. Cuando nos dicen las encuestas que en México se lee medio libro por habitante al año, yo pondría como meta inmediata, por lo menos, que lo terminen.
Todo lo que se haga por la lectura es bueno: regalar libros, revistas, incentivos en las escuelas. Es una manera de civilizarnos. El sentido de identidad de los mexicanos, es distinto antes y después de leer Pedro Páramo . Estoy seguro que después de leer esta obra, la gente es mejor. |