La verdadera literatura, aunque sea prosa, aspira a ser poesía

| POR Virginia Krasniansky
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Para Club de Lectores es un honor entrevistar y comenzar una mañana de invierno con la calidez de una escritora que dice, hace y comparte las buenas compañías. En el estudio de su casa de Coyoacán, platicamos para compartir anécdotas y experiencias que permiten acercar a la autora con nuestros lectores y para que nos hable de su obra más reciente, titulada La buena compañía.

¿Cuándo empezaste a escribir?

Comencé muy joven; de hecho, fui escritora antes que lectora, ya que desde niña empecé a escribir un diario, cuando ni siquiera sabía que eso era un diario. Crecí en una casa con muchos libros, tuve un padre que fue un gran lector, pero, aun así, me inclinaba más por la escritura que por la lectura.

En los artículos que escribes en el periódico La Jornada, así como en los libros de tu autoría tratas temas que tienen un guiño autobiográfico, ¿qué nos puedes platicar de eso?

La vida da muchas sorpresas y a veces no coinciden las acciones con las vocaciones. Yo ingresé a la UNAM a estudiar psicología, porque mi interés siempre ha sido el ser humano y la comunicación, pero nunca quise estudiarlo a través de las letras. Siendo estudiante en la UNAM escribí un texto que mostré a un profesor de la carrera, que le gustó y que él mismo llevó al suplemento cultural de un periódico para que fuera publicado. El jefe de redacción lo publicó con un gran despliegue, incluso con una introducción y con una ilustración; yo quedé muy sorprendida ante semejante reconocimiento, tan inesperado. Todo eso me animó a seguir escribiendo.

¿Crees que tu experiencia pueda motivar a los maestros a transmitir a sus alumnos la confianza de hacer lo que verdaderamente sienten como vocación?

Claro, por supuesto; en la escuela primaria la clase que más me llamaba la atención y que más me gustaba era la llamada composición... En ella había que escribir un texto sobre algún tema específico que indicara la maestra, pero la tarea no sólo soltaba la mano, sino también la imaginación. Siempre obtuve buenas notas en esa materia. Disfrutaba mucho de esa clase y a ella debo haberme ido inclinando a escribir algo diferente de mi diario, que era una comunicación conmigo misma, algo que fuera una comunicación con otros.

Tú promueves la lectura de los clásicos españoles e ingleses, ¿podría eso ser un motivo de entusiasmo para fomentar la lectura?

He dado clases de lengua inglesa así como de traducción del inglés al español, pero nunca específicamente de literatura. Aun siendo sólo así, de forma natural recomendaba la lectura de los clásicos ingleses y españoles a mis alumnos, y me complacía que mis recomendaciones los entusiasmaran.

¿Has escrito en otro idioma?

Dentro de mis diarios, de vez en cuando escribo ciertos textos que sólo para mí son poemas y los escribo en inglés... No me salen en español y nunca me he preguntado por qué ni tampoco se me ha ocurrido publicarlos.

Te pregunto: ¿Es la literatura un arte?

Por supuesto, un poeta es un artista; y los escritores, al estar tan compenetrados como ellos con la búsqueda de la verdad y la belleza en la expresión, supongo que podríamos ser considerados artistas. Hay una gran discusión sobre los soportes de lectura y la forma en que los programas educativos de la SEP proponen motivar a la lectura.

En tu obra La dueña del Hotel Poe has sido una vanguardista al promover las nuevas tecnologías, por la forma en que la dueña del hotel hacía las invitaciones a una fiesta; ¿qué opinas con respecto a esto?

Las nuevas tecnologías pueden ser un aporte muy útil para la escritura y para la lectura. Y, en efecto, en la novela mía que mencionas, La dueña del Hotel Poe, incorporé algo de esto como un medio que resultó intrínseco a la narración. Asimismo, aunque en otro sentido, en mi nuevo trabajo, La buena compañía, "invito" al lector a recurrir a la lectura electrónica con tal de que lea un libro determinado que no consiguiera en su formato impreso. Este nuevo libro mío se refiere a la buena compañía que son los libros y la lectura. En él hay que considerar a quién me dirijo, que es al lector común, al lector no especializado en literatura pero, sin embargo, deseoso de saber qué es y cómo orientarse en su amplio mundo.

¿Qué mensaje quisieras compartir sobre tus inicios en la escritura?

El amigo y profesor de la facultad de psicología que me apoyó en la publicación de mi primer cuento, fue quien acto seguido me recomendó ir a un taller de literatura y, para animarme, me regaló La oveja negra, de Augusto Monterroso, que precisamente conducía un taller en la UNAM. Lo leí y quedé atrapada para de inmediato inscribirme en el taller, taller en el que aprendí todo o casi todo lo que se puede aprender, no sólo de la literatura sino, de paso, de la vida. De hecho, en mi caso particular, de discípula pasé a ser esposa del maestro. Creo que es recomendable que los maestros de literatura de las escuelas de educación básica que reconozcan al alumno inclinado hacia la literatura lo orienten a asistir a un taller. Porque la "inspiración", o la inclinación, es sólo un punto de partida, pero es el trabajo en un taller lo que sin duda permite que el texto, nacido de la inspiración, se convierta en literatura; en un taller, el trabajo grupal, a través del ejercicio de la corrección, induce al aprendiz a dar el paso de un borrador a un trabajo más acabado. Hasta Flaubert leía sus textos ante un grupo de amigos con la disposición de atender las observaciones que ellos le pudieran hacer para mejorarlos.

¿En el taller al que asistías en la UNAM escribiste Las hojas muertas?

Asistí al taller de la UNAM en los primeros dos años de la década de 1970. Las hojas muertas se publicó en 1987 cuando obtuvo el Premio "Xavier Villaurrutia".Posteriormente, ha sido seleccionado en dos ocasiones por la Secretaría de Educación Pública (SEP) para formar parte del acervo de las Bibliotecas Escolares.

¿Qué lugar ocupa la poesía en la literatura?

La verdadera literatura, aunque sea prosa, aspira a ser poesía.

¿Qué me dices de la mesa donde apoyaste los libros para la selección incluida en La buena compañía?

Esa mesa, hecha de durmientes, que me regaló Vicente Rojo, fue la clave que hizo posible La buena compañía. Sólo sobre ella, por su amplitud y por el peso que soportaba, logré acomodar la selección de los libros que comento en La buena compañía, que finalmente es mi testamento de los libros que me formaron. Para finalizar, deseo agradecer a Club de Lectores que me permita llegar al público en general y especialmente a los maestros.

Numero 63

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