Enseñar historia quitando la solemnidad, pero no la seriedad

| POR Virginia Krasniansky
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Para acercar más el autor al lector entrevistamos a un conocido y popular escritor que se autodefine como divulgador de la historia.

Estimado Alejandro eres muy conocido en los medios y tenemos el privilegio de compartir esta entrevista con nuestros lectores, maestros de educación básica de escuelas públicas y también con el público en general. Cuéntanos ¿desde cuándo estas con los temas de historia?

Lo primero que quiero decir es que no soy historiador.
Estudié la carrera de Relaciones Internacionales en la UNAM y me defino como divulgador de la historia. Desde niño fui lector apasionado de libros de historia.
En la universidad fui ayudante en la cátedra del Dr. Enrique Krauze. Eso me llevó a ser fundador de la editorial Clío y así comencé a ser divulgador de la historia.
Fui a archivos, a bibliotecas, entrevisté a académicos y comencé a escribir. Diría yo que me formé en el campo de batalla y no en la academia de historia.

¿Qué es ser divulgador de la historia?

Es tratar de llevar la historia a un lector y público en general.
Lo diferente de un académico es que el profesor está en una institución con un público específico que va a estudiar historia.

El divulgador se mete con todos los temas y apasiona a los lectores y al público en general. ¿Crees tú que mostrar la historia de manera sencilla, cotidiana rescatando mitos, facilitaría la enseñanza de la historia?

En todos los países hay una historia oficial una historia "a modo" para justificar y sostener ciertas ideas. En la segunda mitad del siglo XX, en México, la historia oficial nos llenó de mitos, de héroes maravillosos y de villanos terribles e imperfectos que están en el infierno.
Con la transición democrática se abre una posibilidad de poder leer diferentes libros sobre el mismo tema y así tener una visión propia de los hechos históricos. Hoy existe una historia oficial que permite confrontar con diferentes autores. Yo quiero quitarle el mármol a las figuras históricas. En la vida cotidiana hay muchas claves para entender el presente y el pasado.

¿A qué claves te refieres?

Por ejemplo cada año se inunda la ciudad de México. Pues claro, porque la ciudad de México se construyó sobre un lago. Por más que hagan tuberías y construcciones modernas no podrán vencer el enorme tamaño que tenía el lago. Los españoles decían que parecía un mar no se veía de un extremo al otro.

Me resulta muy agradable escucharte y me permite pensar que es muy fácil enseñar la historia con tu manera de contar. ¿Crees tú que los maestros podrían adoptar una forma más moderna para contar y recrear la historia, para que resulte divertida a los alumnos?

En México somos muy solemnes. Es parte de las formas de la cultura mexicana. No hay que confundir el respeto con la solemnidad que por momentos se convierte en servil. En la historia pasó algo semejante. Somos demasiados solemnes con la historia. Por eso es muy difícil para el maestro pensar que Juárez podría reírse. No me imagino a un Juárez hablando de manera solemne; hay que ver a esos personajes como personas de carne y hueso. Por eso ese formalismo le quita la frescura de la vida cotidiana. Hay que quitar la solemnidad a la historia pero no la seriedad. La historia es una interpretación de los hechos.

Entonces te pregunto ¿los hechos históricos existieron y lo que hacen los historiadores es contar de acuerdo a su mirada personal lo sucedido?

Si queremos avanzar como sociedad no podemos pensar en que hay verdades históricas. Hay hechos objetivos y comprobables. Por ejemplo el día del nacimiento de Hidalgo, el día que da el grito. Y eso se consideran verdades. El problema es como lo cuentas y la manera en que se relata lo que decidió realizar una acción, en ese momento es que la historia se convierte en una interpretación.

Retomando lo que tú dices de la interpretación de los hechos históricos ¿Qué opinas de las nuevas tecnologías y de las redes sociales que ofrecen la posibilidad de crear y armar relatos de mentiras que parecen verdades?

No podemos resistirnos a la evolución tecnológica ni al desarrollo científico. Como historiadores y como escritores hay que adaptarse a lo que va sucediendo en el entorno. Debemos aprovechar las fuentes que nos proporciona esta tecnología para realizar nuestro trabajo. A mí me gusta mucho la novela histórica. Y eso me llevó al gusto por la historia. Luego seguí indagando en la crónica y en la biografía. No hay que confundir el texto de una novela histórica con la historia o sea con la verdad de los hechos históricos. La tecnología es un aporte muy importante para la investigación.

Entonces, ¿qué tipo de escritura haces tú? Por lo que dices, tú no haces novela histórica.

Lo que yo he escrito es divulgación histórica. Y estos son ensayos y crónicas con la garantía que la información es verídica y son hechos históricos que tienen una interpretación propia.

¿Cuál sería tu mensaje para que los maestros enseñen la historia de manera fácil y divertida?

Les diría a los maestros que se relajen, que los personajes de la historia son seres humanos. Hay que perderle el miedo a la historia.
Hablar de los personajes como seres humanos y no como estatuas de bronce. Complementar los programas de estudio con otras fuentes. Me refiero que hay que recuperar la vida cotidiana de los próceres. Eso dimensiona la realidad de manera distinta. Investigar en diferentes libros.El libro de historia oficial no indica la verdad. Hay que provocar dudas en los alumnos para motivar la investigación.
Hay que seguir el programa oficial que indica la SEP pero trabajar con el criterio de libertad de cátedra para desarrollar el propio pensamiento y evitar el paternalismo. Debemos convertir a los profesores en maestros para que sean guías para los alumnos.
Agradezco a Club de Lectores el poder compartir mis comentarios para los maestros.

Numero 53

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