Este entrañable poeta mexicano, el más leído y el más
querido según la escritora Mónica Mansour, nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; el 25 de marzo de 1926. Fue hijo de un libanés emigrado, y vivió alternativamente en Tuxtla y Ciudad de México. En la capital, se licenció en Lengua y Literatura Española en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
De él, él mismo dice:
[...] No acostumbro meterme con la poesía política ni
trato de arreglar el mundo. Más bien soy un burgués
acomodado a todo, a la vida, a la muerte y a la
desesperanza. No tengo hábitos sanos ni he aprendido
a reír ni a conversar con nadie.
Soy un poco de todo, y pienso que si fuera en un buque
pirata sería lo mismo el capitán que el cocinero.
Transmitió a través de su poesía el amor en todas sus
formas y también el desgarramiento del alma y del cuerpo en sus formas más dolorosas y trágicas. El fallecimiento de su padre primero, y luego de su madre y hermanos, además de una querida tía, no le permiten olvidar la muerte, que aparece reiterativamente como personaje en su obra. Quizás, el más brutal es el poema Algo sobre la muerte del mayor Sabines, una intensísima secuencia de dolor en carne viva, doliente, que refiere la muerte de su padre.
Octavio Paz calificó a Sabines como uno de los mejores
poetas contemporáneos de nuestra lengua, y agregó: Su humor es un chaparrón de bofetadas, su risa culmina en un aullido, su cólera es acerada y su ternura colérica. Pasa del jardín de la infancia a la sala de operaciones. Para Sabines, todos los días son el primero y el último día del mundo.
Sus poemas son viajes al fondo oscuro de las emociones, siempre desgarradores. Muchas de sus obras son toscas y abruptas, dedicadas al amor y a la muerte, en las que el ritmo y el lenguaje cautivan, porque Sabines habla al lector en términos muy simples, tomándolo a menudo por asalto.
Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de
fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible.
Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me
receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
No es mucho, ni es poco, es bastante. En una
semana se puede reunir todas las palabras de amor
que se han pronunciado sobre la tierra y se les
puede prender fuego. Te voy a calentar con esa
hoguera del amor quemado. Y también el silencio.
Porque las mejores palabras del amor están entre dos
gentes que no se dicen nada.
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