...Crecí entre mujeres que me adoraban.
Querían que fuera ingeniero: ellas
habían tenido dinero, lo habían perdido
y esperaban que yo lo recuperara. [...]
Faltándome dos años para terminar la
carrera, decidí abandonarla para dedicarme
a escribir. Las mujeres que había
en la casa pasaron quince años lamentando
esta decisión [...] Más tarde se
acostumbraron, escribió Ibargüengoitia.
Se inscribió en la Facultad de Filosofía
y Letras en 1951 para tomar las clases de teoría
y composición dramática que impartía
Rodolfo Usigli, quien lo marcó para siempre como
escritor:
–Su obra es rudimentaria y no tiene acción,
sin embargo es evidente que tiene usted sentido del
diálogo y es capaz de escribir comedia.
–No sé que hubiera pasado si me dice
"esto no sirve” [...] y por su culpa [...]
fui escritor de teatro diez años.
En 1961, Ibargüengoitia estaba desencantado del
teatro. Sus montajes no tenían éxito y,
para colmo, en una entrevista que concedió Usigli
a Elena Poniatowska en 1961, en donde el dramaturgo
cita a sus alumnos favoritos, no lo mencionó
a él. El resentimiento de Jorge por no ser mencionado
por su maestro fue demasiado. Cansado como estaba, decidió
cerrar para siempre su carrera en dramaturgia con la
obra El
atentado.
El atentado me dejó dos beneficios: me
cerró las puertas del teatro y me abrió
las
de la novela. Al documentarme para
escribir esta obra encontré un material
que me hizo concebir la idea de escribir
una novela sobre la última parte de la
Revolución Mexicana basándome en una
forma que fue común en esa época en
México: las memorias de un general revolucionario.
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